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Metáfora La Olla que nadie Vigila

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De niña viví en una granja en Winsconsin; en el patio trasero había una enorme olla de hierro negro, con los costados redondeados y tres patas. Mi madre hacía su propio jabón, así que, durante una parte del año, la olla estaba llena de jabón. Cuando llegaban los grupos de trilladores en verano, llenábamos la olla de cocido; en otras ocasiones, mi padre almacenaba en ella estiércol para los lechos de flores de mamá. Con el tiempo llegamos a llamarla la olla de "tres usos" y cualquiera que quisiera utilizarla debía enfrentar dos interrogantes: ¿De qué estaba llena la olla en ese momento? Y ¿qué tan llena estaba?

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Mucho después, cuando la gente me hablaba de sí —diciendo que se sentían llenos, vacíos, sucios o incluso "agrietados"— Recordaba esa vieja olla. Un día, hace muchos años, había una familia sentada en mi consultorio tratando de encontrar palabras para comunicarse lo que sentían unos por otros; muy pronto los miembros de la familia comenzaron a hablar de sus “ollas" individuales, las cuales podían contener sentimientos de ira o culpa, de vergüenza o inutilidad. Después me dijeron que esta metáfora les resultó muy provechosa.

Virginia Satir.

Comentarios: nacerconpnl@yahoo.com


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